viernes, 20 de febrero de 2009

Robar, matar y destruir

El enemigo roba sueños, esperanza, deseos de prosperar, actitud, mata amistades, ideales, grandes metas u objetivos, destruye relaciones, familias y conquistas. Pero nuestro Señor Jesucristo da vida y vida en abundancia.
Posted by Picasa

viernes, 13 de febrero de 2009

La sangre de Jesús tiene poder

Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza.
Tenemos que aprender a entender la voluntad soberana de Dios y confiar que él quiere lo mejor para nosotros...está escrito en la Biblia "Todas las cosas les ayudan a bien a los que temen a Dios"...entendamos que ese temor no es un temor de pánico...sino un temor de desagradarlo, temor de no hacer la voluntad de nuestro Dios, que es tan pero tan amoroso y compasivo que hasta lloró cuando Lázaro murió.
Les contaré algo.
Un día había viajado con unos amigos a un pueblito pequeño, lejos de la capital y cuando llegamos al lugar nos ubicamos en las diferentes habitaciones que había en la casa...todos se apresuraron a ocupar los otros cuartos existentes, y nadie quería ocupar un cuarto grande que había en la casa...el más grande de la casa.
Luego descubrí porque no querían dormir en ese cuarto...los pobladores del poblado me contaron que ese cuarto era mal asombrado.
Me acomodé en el cuarto y me acosté un momento, estaba empezando a atardecer, fue en ese momento que vi que alguien entraba en el cuarto y no eran mis amigos...era un hombre de piedra...muy alto...no conseguí mover y/o voltear mi cabeza para mirarlo de frente. Quise llamar a mi amigo Carlos que se encintraba al costado de la casa...daba para mirarlo de la ventana de mi cuarto...pero no conseguía...todo esfuerzo era en vano.
Entonces, para mi sorpresa, ese hombre de piedra se acercó a mí, bien cerca de mi cama y me agarró en la rodilla, me sentí tan mal con un dolor horrible y me levanté.
Esa noche no conseguí dormir un instante...porque cada vez que cerraba mis ojos ese hombre de piedra aparecía y me quería quebrar la rodilla...pasé la noche leyendo mi Biblia...y sólo conseguí dormir al día siguiente....cuando estaba muy cansado.
Todas las otras personas querían saber cómo pasé la noche, lógico. No les dije nada.
Al cabo de unas horas les dije que decidí regresar a la capital, pero que volvería rápido que era cuestión de unos días.
Ya en la capital, fui a conversar con la hermana Teresa, una sierva muy usada por nuestro Dios, le conté todo lo que había pasado conmigo...ella oró por mí...me impuso las manos y me dijo que cuando eso suceda de nuevo clame por la sangre de Jesús.
Regresé al mismo lugar, al mismo pueblito, me instalé en el mismo cuarto y me acosté en la misma cama, confiando no en mí...y sí en Jesús.
Al cabo de unos minutos ese hombre de piedra entró en el cuarto y se quedó a mi costado mirándome...medio desconfiado, nuevamente no conseguía mirarlo de frente, me quedé paralizado, pero fue en ese momento que clamé por la SANGRE DE JESÚS y ese hombre de piedra desapareció de ese lugar y nunca más perturbó en aquel lugar y el nombre de mi Jesús fue glorificado.