Si puedo encontrar la solución para todas las dificultades que se presentan en el proceso educativo, pero no tengo amor, todos mis esfuerzos serán en vano.
Si puedo explicar perfectamente todos los temas de mi disciplina a mis alumnos, pero excluyo o ignoro a uno de ellos, sería mejor que hablase a una sala sin alumnos.
Si puedo conseguir todo el apoyo material y financiero para facilitar el trabajo educativo, haciendo incluso sacrificios para ello, pero no tengo amor, estaré gastando mal mi dinero ( o quien sabe, también de los otros...).
Parece exagerado pero el amor verdadero es así...Él es paciente, hasta cuando es necesario repetir la explicación varias veces a un alumno en dificultad.
El amor es bondadoso, a pesar de que muchas veces es víctima de intrigas e injusticias que afectan a todos.
El amor no tiene envidia ni se siente disminuído cuando otro profesor consigue mejores resultados con la ternura.
Quien ama no se deja llevar por la vanidad cuando sus alumnos consiguen avances significativos.
Quien ama no está comparándose a los otros y así, no corre el riesgo de sentirse mejor o peor que nadie.
Amar es sentirse humano. Es reconocerse un eterno aprendiz del ayer, del presente, y de siempre.
Quien ama está siempre dispuesto a cambiar el ritmo de trabajo y hasta de los propios planes para adaptarse a un alumno que necesita de un acampañamiento especial. Quien ama tiene tiempo para escuchar a alguien en dificultad. Cuantas lecciones son enseñadas y aprendidas después de que se cierra la jornada de trabajo...quien ama no revela ni expone los problemas y limitaciones del otro. Quien ama respeta cada uno y su propia historia. Amar es continuar esforzándose cada vez más, a pesar de que algún alumno parezca no entender la diferencia entre las cosas más simples y las más complejas.
El amor es perseverante.
Todo lo espera, todo lo soporta, todo lo cree.
El amor verdadero es capaz de todo, hasta de perdonar y, mirando para adelante, buscar lo máximo.
Los métodos educativos, los libros, todo el material didáctico y todo los recursos pedagógicos pueden volverse con el tiempo, ultrapasados e inútiles.
Lo que hoy es novedad, mañana puede ser una pieza de museo. Pero el amor permanece siempre.
La experiencia en el salón de clases me enseñaron muchas cosas. En el día a día con mis compañeros de trabajo, con mis alumnos y con mis amigos, aprendí a valorar especialmente la capacidad, la paciencia y el amor. Pero de todo, lo más importante, lo que permanece para siempre es EL AMOR